Por VFP entendemos el conjunto de conductas reiteradas de agresiones físicas (golpes, empujones, arrojar objetos), verbales (insultos repetidos, amenazas) o no verbales (gestos amenazadores, ruptura de objetos apreciados) dirigida a los padres/madres o a los adultos que ocupan su lugar.
Este tipo de violencia se suele dar en la adolescencia que es un tiempo de tensión entre la autoridad parental y la necesidad del adolescente de ganar independencia. Muchos adolescentes pueden tener conflictos puntuales con sus progenitores y mostrar conductas inapropiadas hacia ellos, pero estos comportamientos pueden estar dentro del la conducta de un adolescente “normal”. Por otro lado este tipo de violencia es un fenómeno tabú, ya que muchos padres y madres que lo padecen experimentan vergüenza y culpa, y no piden ayuda.
Características de los adolescentes que ejercen violencia filioparental.
Los adolescentes que agreden a sus progenitores no presentan un perfil concreto pero sí se han detectado algunos rasgos de personalidad que pueden estar presentes: Consumo de sustancias, conductas delictivas, sentimientos de rabia, malas compañías, baja regulación emocional, impulsividad, depresión y ansiedad, bajo rendimiento escolar, baja autoestima, creencias de grandiosidad
Características de los padres
Se ha demostrado que los jóvenes que tienen una mayor probabilidad de cometer violencia hacia sus progenitores son los hijos de progenitores con estilos educativos basados en una falta de afecto en la crianza, junto con una victimización directa y permisividad. Además de la ausencia de afecto su combinación con una falta de control y supervisión está asociada con una mayor vulnerabilidad de conductas de abuso de hijos a padres. El abandono y la falta de implicación paterna también están presentes en chicos y chicas con esta problemática.
La disciplina parental es la base del control de los padres y madres hacia los hijos, por lo tanto una disciplina inadecuada también puede ser un componente fundamental en la aparición y mantenimiento de la violencia filio-parental. La disciplina no se basa en métodos de castigo sino que engloba más estrategias, como la explicación de lo que es correcto e incorrecto, el refuerzo del comportamiento deseado o la retirada de privilegios.
Factores de riesgo
- La exposición a la violencia
La exposición a la violencia es un factor de riesgo importante para el desarrollo de la conducta agresiva en la infancia y adolescencia en general, esta exposición puede darse en el mismo hogar donde los niños son testigos de la violencia doméstica o son víctimas de la violencia de sus padres. Estos niños pueden aprender que con el comportamiento violento puede lograr consecuencias positivas, tales como el control sobre las personas. El maltrato infantil, el haber sido testigo de violencia de género, la justificación de la violencia, exposición a violencia escolar, la ausencia de los padres y/o el abandono emocional son diversos tipos de exposición a la violencia pueden conducir a la violencia filio-parental.
- La sobreprotección
Hay padres que para tratar de controlar la propia ansiedad o la preocupación por la seguridad y el desarrollo de sus hijos les protegen en exceso. Para los hijos, sin embargo, puede suponer un obstáculo para el desarrollo de estrategias de afrontamiento adecuadas y puede llegar a crearles inseguridad, timidez, dependencia o falta de confianza en sí mismos. Es recomendable dejarles que se enfrenten a los problemas por ellos mismos y no controlarles todas las situaciones, permitiéndoles también que se equivoquen y caigan. Los hijos necesitan aprender a tolerar la frustración y desarrollar estrategias para afrontarla y así sentirse capaces de resolver problemas por sí solos.
- La inconsistencia
La inconsistencia se caracteriza por la falta de estabilidad y coherencia en las estrategias de control y disciplina empleadas. Los progenitores inconsistentes modifican de manera impredecible y continua las normas en función de factores internos o externos. Las pautas educativas están determinadas en mayor medida por el estado de ánimo del padre que por el comportamiento del menor. Esta inconsistencia puede manifestarse en padres que:
- Usan de manera arbitraria normas, reglas y disciplina en diferentes momentos. Castigando, por ejemplo, conductas apropiadas al tiempo que se premian comportamientos inadecuados.
- Ceden continuamente ante las peticiones de los hijos. Por ejemplo, el menor puede hacer una petición, el padre la niega, el niño la discute y, finalmente, el padre cede.
- Son inconsistentes entre ellos. Cada progenitor dice una cosa distinta sobre las normas, reglas de convivencia, hora de llegada… y aplica consecuencias distintas por infringirlas.
La excesiva rigidez puede llevar a menores tímidos e inseguros e incluso le puede generar al niño agresividad contra el adulto, la autoridad o sus iguales.
La permisividad excesiva (dar todo y exigir poco o nada) puede generar sentimientos de confusión, inseguridad y ansiedad en los menores y llegar a convertirse en un problema a la hora de poner límites a largo plazo. Los menores necesitan en que se les estructure el ambiente, que se les proporcionen normas y reglas de conducta y que se les aplique control y supervisión. La permisividad puede ocurrir también por baja implicación o negligencia de los progenitores (ignoran las actividades que realiza el hijo, quiénes son sus amigos, cómo van en el colegio, o sus aficiones o gustos).
Las relaciones que los y las adolescentes mantienen con sus padres constituyen uno de los principales factores que repercuten en su ajuste psicológico. De ahí el estilo educativo más adecuado para prevenir y amortiguar los problemas entre progenitores e hijos, incluida la violencia filioparental, combina tanto conductas de control como demostraciones de afecto y disponibilidad hacia los hijos. Los progenitores han de escuchar y entender las emociones de sus hijos, al tiempo que promueven su autorregulación. Para ello, es importante que fomenten la autonomía y la toma de decisiones basadas en el razonamiento y establecen normas y límites básicos adaptados al momento evolutivo del hijo. La disciplina es aplicada de forma consistente y moderada, más que de forma arbitraria o severa. La disciplina no se limita al castigo sino que se premia las conductas adecuadas del adolescente y cuando es necesario el castigo, se administra de manera contingente y se explican los motivos para ello. Estos progenitores se muestran asertivos, e intentan no ser excesivamente intrusivos o restrictivos con los hijos.
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