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Educar a los niños no es una tarea fácil y no hay un manual específico para cada caso, pero sí unos principios que tenemos que tener en cuenta, si queremos ofrecer una educación de calidad y efectiva. Un mal comportamiento o una situación límite, a veces, no son fáciles de corregir y debemos plantearnos cuál puede ser el mejor camino para ello. Algunos padres consideran que pegar a los hijos de vez en cuando es imprescindible para corregirlos. A otros, aunque están en contra de esa práctica, se les escapa la mano de forma involuntaria cuando la situación los sobrepasa.
El azote o el cachete son todavía elementos presentes en muchas escenas cotidianas. Los padres generalmente se arman de paciencia, pero son muchas las situaciones que les hacen perder los nervios: “¡Come de una vez! ¡Deja en paz a tu hermano!! ¡Te lo avisé y aun así lo has roto! ¡Te lo he dicho mil veces!”
No se trata de sentirnos mal ni culpables por haber seguido la corriente de estos métodos en algún momento. Probablemente, haya ocurrido sin habernos detenido a pensar que, tal vez, esa no es la mejor manera de educar. Es hora, por tanto, de hacer una reflexión y tratar de cambiar este patrón convenciéndonos de que no es efectivo y conociendo los efectos negativos que origina en los pequeños. Pensemos en el “ahora” y en el “de ahora en adelante”. Se puede educar y criar en un modo más respetuoso, sólo basta tener la voluntad de hacerlo, librándonos de las culpas por lo ya pasado y abriendo nuestra mente hacia modos más respetuosos y armónicos.
Cuando un adulto pega a un niño, lo que consigue es descargar la ira acumulada, descargar él sus tensiones. Lo más peligroso es la interpretación que el niño hace cuando recibe un cachete, ya que el menor lo entiende como que le quieren dañar, que le ponen en peligro y que, por tanto, su persona no tiene valor. El objetivo que se transmite es dañar o presionar para hacer o dejar de hacer algo. Todo esto, puede minar la autoestima del menor.
Según el pediatra Carlos González, el niño que recibe un azote “aprende que los conflictos se resuelven a golpes y que los fuertes pueden imponer su punto de vista sobre los débiles”.
A veces, los adultos alegamos que “por un azote a tiempo, no pasa nada”, pero no nos paramos a pensar lo que siente el niño en ese momento y si, realmente, de esta forma se soluciona el problema. Normalmente, se recurre a esta estrategia cuando los padres se quedan sin estrategias, cuando se ven desbordados y sienten que pierden el control sobre la situación y que no son capaces de manejarla de otra forma. Para no caer en esto, en los momentos de desbordamiento, debemos tomar distancia e intentar recuperar la calma y pensar estrategias desde una mayor tranquilidad. No pasa nada si no se actúa en el momento; es más efectivo hacerlo de una forma firme y reflexionada, pero no violenta, aunque sea pasado un rato.En la sociedad actual, existe poco respeto por los niños a este nivel. No está permitido pegar a una persona adulta; es más, se considera delito, normalmente, pero parece que a los niños les consideramos rebeldes, molestos o, incluso, prepotentes, por lo que “se lo pueden merecer, de vez en cuando”.
La infancia es la etapa más sensible de la vida del ser humano. Durante este período, se sientan las bases para todo el desarrollo posterior de la persona. Es necesario preservar el cuidado de esta etapa y tratar de preservarse el desarrollo completo y feliz que no debe considerarse, jamás, exagerado. Los cachetes generan desconfianza y miedo en el niño, por lo que pueden llevar a la obediencia ciega y sumisión. La relación de los padres e hijos también puede verse afectada puesto que se ve contaminada por el resentimiento y sensación de injusticia.
Se echa de menos oír hablar de empatía, comunicación, amabilidad, respeto, tranquilidad, comprensión, motivación. Estas palabras, en principio tan abstractas, deberían ser la base y la clave de la buena educación. En ellas se basan estas reglas fundamentales para afrontar la tarea de educar y no dejarse llevar por el desbordamiento en los momentos de crisis:
- NUNCA FALTES AL RESPETO A UN NIÑO.
Evita por todos los medios gritar, insultar, amenazar, pegar, castigar, humillar o despreciar con gestos a los niños. Parece obvio, pero está claro que no lo es. Es obvio que no debemos gritar, insultar, amenazar, etc. a nuestros compañeros de trabajo, ni a nuestros amigos o familiares, ni a cualquier otra persona adulta porque sería una grave falta de respeto. Pero cuando se trata de un niño, lo blanco se vuelve gris, y es que aún parece que no tenemos interiorizado, del todo, el respeto a los niños como personas de pleno derecho que son. Ante una posible falta de respeto de un niño hacia nosotros, nunca olvidemos que el que está aprendiendo aún es él, y que si queremos que no vuelva adoptar una actitud irrespetuosa o corregir una mala conducta por su parte, nuestra respuesta coherente, tranquila y equilibrada será la clave para su aprendizaje.
- CREA UN BUEN CLIMA.
Un buen clima lo es todo; intentemos crear un ambiente relajado y cordial. Los niños son verdaderas esponjas y se fijan mucho más en el lenguaje corporal y en el ambiente que en lo que decimos. No sirve que le diga con una sonrisa “cómete los garbanzos”, si mis dientes están apretados y mi cuerpo tenso, si resoplo y le meto la cuchara con prisa. En estos casos, el mensaje para el niño está claro. Exigimos a los niños, que aún no tienen un concepto del tiempo desarrollado, que se den prisa a todas horas, que nos sigan a todas partes. El ambiente de prisas y tensión en el que hoy en día nos hemos acostumbrado a vivir no ayuda a la hora de educar.Los niños no sólo lo perciben, sino que lo comparten y lo reflejan en forma de comportamientos indeseados o malestar. Esto genera un estrés en los niños, al igual que en los adultos, que les incomoda y hace que lo tengan que liberar, pero ellos puede que aún no hayan aprendido de manera adecuada, por lo que no les podemos exigir eso sin un previo aprendizaje o ejercer de modelos.
- LAS NORMAS: POCAS Y CLARAS.
Este punto es muy importante a la hora de educar. Debemos adaptar las normas a la edad de cada niño, algo como “comer con la boca cerrada” es una norma adecuada para un niño de 6 años, no para uno de 3. Algo como “no pegar” es una norma que se debe aprender desde el principio, no a los 6 años. Debemos tratar de reducir la cantidad de las normas: cuanto menor sea el niño, menos cantidad de normas. Un niño de 2 o 3 años no puede comprender más de 3 normas básicas. No nos damos cuenta de este detalle y abordamos al niño pequeño con un montón de normas, de todos los tipos. Ante una situación de este tipo, el resultado es que no hace caso a ninguna, no puede con tanta información y no sabe cuál es verdaderamente importante como “no pegar” frente a otras como “no cojas eso porque se rompe” (ante este tipo de normas, tenemos que valorar la edad del niño para saber si es él, realmente, el que tiene que aprender eso o somos nosotros quienes tenemos que evitar que no tenga cosas frágiles a su alcance). Es fundamental que las normas básicas que escojamos tengan un sentido para todos, debemos acordarlas en grupo o en familia, explicar por qué es importante esa norma y acordar qué va a pasar si alguien (incluidos nosotros), no la cumple. Si hay varios referentes educativos que interactúan con el niño, es esencial que todos apliquen la norma de la misma forma. A veces, los niños expresan que cumplen las normas porque si no les castigan. Es importante que entiendan el verdadero sentido de cada norma. Si cumple las normas simplemente para que no le riñan, su moral dependerá siempre del juicio externo, por lo que las normas se pueden incumplir siempre que no haya riesgo de que le pillen infraganti, y no porque verdaderamente comprende el perjuicio que causa con su comportamiento. El niño debe comprender, aceptar, interiorizar y asumir como propias todas las normas que le presentemos.
- ESTABLECE UN ORDEN EN SU VIDA.
Los niños pequeños no pueden controlar el orden de los acontecimientos ni lo que les va a suceder a continuación; dependen, en todo momento, de nuestras decisiones, para ellos impredecibles y arbitrarias. Su sentido del tiempo es, además, inmaduro y se guían más por relaciones de causa y efecto o correlaciones. Por lo tanto, es vital para que se sientan seguros, tranquilos y con un cierto control de lo que sucede en su vida que establezcamos rutinas muy marcadas y anunciemos todo lo que se salga de esas rutinas como una excepción. Las rutinas ofrecen seguridad y les ayudan a ordenarse e ir desarrollando el concepto del tiempo. Los bebés muy pequeños tienen unos ciclos vitales (de sueño, comida, juego, higiene…) muy cortos, lo que no encaja con nuestros ciclos vitales de adulto. Debemos aceptar estos cambios y adaptarnos unos a otros, será necesario reorganizar la vida familiar cada cierto tiempo para intentar mantener un orden.
- REGÁLALE TU PRESENCIA.
Todos nos hemos sentido fastidiados alguna vez cuando nuestra pareja no nos está escuchando porque está mirando el móvil o la televisión, cuando sentimos que nuestro amigo no está disfrutando realmente de esa tarde juntos porque desearía estar haciendo otra cosa… A nadie le gusta que le ignoren ni que le menosprecien; a los niños tampoco. Nuestras agitadas vidas llenas de tareas y responsabilidades no dejan lugar para estar, plena y verdaderamente, con los demás. Regalemos a nuestros niños, al menos, una hora diaria de absoluta dedicación, sólo para charlar, leer, jugar y hacer algo juntos. En ese tiempo no está permitido distraerse con otras cosas ni con otros pensamientos, es muy importante estar presente en su totalidad. Este no es un regalo unidireccional, porque nosotros recibiremos a cambio, no sólo su verdadera entrega, presencia y placer de estar a nuestro lado, sino también un cambio en su actitud. Un niño que se siente ignorado, difícilmente, podrá desarrollarse bien y, por lo tanto, su comportamiento no será el que nos gustaría.
- AMOR VERSUS AUTONOMÍA.
A veces, se confunden la autonomía del niño y las muestras de amor o cariño hacia él. Muchas personas entienden que si animan al niño a vestirse, comer, ducharse o desenvolverse solo, están restándole amor o atención. Nada más lejos de la realidad. La autonomía sirve al niño para hacer crecer su autoestima y le da herramientas para afrontar las pequeñas tareas cotidianas. Nosotros podemos y debemos estar ahí para alentarle, ayudarle a descubrir sus capacidades, animarle y, en caso necesario, prestar un pequeño empujón. Esto no está reñido, en absoluto, con mimar, acariciar, besar, cantar, contar cuentos, dormir abrazados y un largo etcétera. Podemos y debemos proporcionar mucho de ambas cosas, pero no hacerle las cosas que él pueda aprender a hacer.
- EMPATÍA: PONTE EN SU LUGAR.
Parece fácil y lógico, pero no se hace con la suficiente frecuencia. Para que exista una comunicación eficaz es necesario: que el receptor comprenda el mensaje (el adulto debe adaptar su mensaje a la mentalidad del niño); y que exista reciprocidad (el adulto también debe escuchar los mensajes del niño y comprenderlos). A menudo, la falta de empatía hace que no tengamos en cuenta cómo es, qué necesita y por qué actúa así la persona que tenemos delante. Los niños nos lanzan mensajes continuamente, la mayoría mensajes no verbales, y hay que aprender el “lenguaje infantil” para poder interpretar lo que nos quieren decir, qué les está pasando y cuáles son sus motivaciones. Esto sólo se consigue con una gran dosis de empatía.
- RESPÉTATE A TI MISMO; EXIGE RESPETO.
No podemos educar con respeto, si permitimos las faltas de respeto del niño. Nuestro ejemplo es fundamental, por supuesto, pero no suficiente. Si ante las faltas de respeto del niño nos mostramos impasibles, incluso sonrientes porque nos hace gracia, éstas irán en aumento, tendremos un niño tirano e irrespetuoso que vive respetado pero no ha aprendido a devolver lo que recibe. Las respuestas que recibimos regulan nuestro comportamiento. Las emociones también se aprenden y nuestras respuestas emocionales como el llanto, el enfado, la risa, la tristeza, etc. no deben ocultarse ya que forman parte de nuestra esencia. Si un niño nos insulta o pega, debemos mostrar nuestros sentimientos de forma sana y natural exigiendo respeto también de su parte.
- ACEPTA LAS RECAÍDAS. LAS TUYAS Y LAS SUYAS.
Recordaros, cada vez que los dos (el niño y el adulto) estáis aprendiendo, tenéis derecho a equivocaros; no somos infalibles. Cuando cometas un error no te vengas abajo, apúntalo en tu mente, aprovéchalo para recordarte cómo se puede solucionar y sigue adelante. Cuando encuentres un niño que no responde a estas reglas básicas, que pese a tus esfuerzos sigue respondiendo mal, no pienses que estas técnicas no sirven. Es fácil educar con respeto a un niño modelo, lo difícil es seguir adelante con niños que están muy dañados y nos retan continuamente. En esos momentos, tenderemos a pensar que la técnica falla y querremos volver a viejas técnicas aprendidas en busca de mejores resultados, pero, por todos los motivos descritos, tenemos que ser constantes con estas pautas más que recurrir a otras más impulsivas y perjudiciales, sin generar, además, mejores resultados a la larga.
Históricamente castigar, gritar o pegar a un niño han sido vistas como actuaciones inherentes a la educación; sin embargo, por fortuna y en favor de los niños y de la humanidad misma, esto ha ido cambiando gracias a que tanto estudios científicos como psicológicos han demostrado los efectos nocivos de estos comportamientos de los adultos hacia los niños. Las cosas van evolucionando poco a poco hacia una crianza basada en la educación y el respeto y no en el adiestramiento o la sumisión y el miedo.
BIBLIOGRAFÍA
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Jove, R. (2009). La Crianza Feliz. Madrid: La esfera de los libros.
Gómez, N. (2013). Educar sin pegar. [Mensaje en un blog]. Educación Montessori. Recuperado de https://www.facebook.com/pg/Educaci%C3%B3n-Montessori-565524310182468/about/?entry_point=page_nav_about_item&tab=page_info
Hospital San Joan de Déu. (Faros). (2014). Por qué la bofetada o el cachete no sirve como modelo educativo [youtube]. De https://www.youtube.com/watch?v=-wHVkhu8EFc